Descifrar las smart cities: ¿Qué queremos decir cuando hablamos de smart cities?

por Paisaje Transversal

Por Manu Fernández (@manufernandez)

Descifrar las smart cities - Manu Fernández

La ciudad contemporánea ha sufrido importantes transformaciones y seguirá sufriéndolas en las próximas décadas para continuar siendo el escenario del desarrollo colectivo. La emergencia de nuevas aplicaciones tecnológicas está modificando (y lo hará de forma que apenas hoy podemos intuir) muchos de los servicios urbanos clásicos y la forma en la que las instituciones públicas locales proveen esos servicios.

Cualquier elemento consustancial a la gestión y a la vida urbanas está mediatizado hoy por el surgimiento de soluciones y aplicaciones tecnológicas de diferente signo que cambian completamente no sólo los servicios en sí, sino también la propia morfología urbana, la experiencia de la vida en la ciudad e incluso las oportunidades para nuevas formas de desarrollo local.

La idea de smart cities ha alcanzado un profundo interés en comparación con otros términos que en la última década han sido grandes referencias en la cultura general sobre modelos urbanos como la ciudad sostenible y la ciudad creativa. Quien más quien menos, en los tres o cuatro últimos años cualquier ciudadano/a ha podido encontrarse con titulares grandilocuentes sobre cómo su ciudad será la primera ciudad inteligente en España o será la primera en tener un cerebro inteligente a través de una nueva plataforma de datos, se habrá encontrado con eventos para emprendedores o sobre innovación social que trataban el tema de la ciudad inteligente, habrá visto algún reportaje destacando nuevos servicios digitales en su ciudad, etc. Aún más importante, en estos años esa misma persona habrá oído hablar de alguna nueva aplicación para su móvil a través de la cuál mantenerse informado de las actividades de su ayuntamiento, habrá recibido una carta de su compañía suministradora de electricidad ofreciéndole la instalación de contadores inteligentes, se habrá encontrado con algún poste de recarga de vehículos eléctricos, se habrá conectado a algún punto de conexión inalámbrica en una plaza pública o habrá notado el comportamiento extraño de las farolas de la calle, que se apagan y se encienden de manera aparentemente aleatoria. Aún más importante si cabe, esa misma persona habrá pasado estos años dejando el rastro digital allí por donde ah pasado: calles sometidas a sistemas de videovigilancia, el historial de su navegador, el GPS de su móvil, las innumerables transacciones con su tarjeta de crédito, etc. En todas estas situaciones ha estado participando, inadvertidamente y sin ser consciente de sus implicaciones, del magma amorfo de la vida en la ciudad inteligente.

Un lector acelerado que se acerque a este texto desde la necesidad de defender su posición, bien sea de tecno-optimista irredento o de tecnófobo quijotesco encontrará, seguramente, razones para sentirse molesto. No presentamos este libro como una batalla de posturas antagónicas; ni siquiera es una batalla, porque partimos de la presencia real, material, actual y decisiva de la tecnología habitualmente asociada a la ciudad inteligente. La batalla, en todo caso, no estará en dilucidar qué materializaciones tecnológicas equiparán nuestras ciudades y colonizarán cada vez más esferas de nuestra vida, sino en conservar la capacidad de modelar sus funciones para que se adecúen al sistema social que prefiramos.

conceptos smart cities

Así, ese mismo lector acelerado creerá que este es un texto sobre tecnología y no lo es. Ni siquiera es un texto con ambición de ser un estado del arte o una visión completa de todos los elementos relacionados con la smart city. Se trata, en cambio, de un texto de análisis crítico de la forma en que un imaginario construido a partir de un régimen discursivo concreto está tratando de modelar y hacerse presente en la realidad urbana. Si acaso, es un texto sobre las ciudades de nuestro tiempo porque, al fin y al cabo, de eso debería tratar el debate sobre la ciudad inteligente. Estamos ante un esfuerzo de sistematización sobre cómo se está dando forma desde el discurso institucional, las prácticas sociales y el progreso científico-tecnológico a nuevas dinámicas en la sociedad conectada. Asumimos tal posición de partida, pero sin falsa equidistancia. Este es un texto escrito desde el compromiso por una ciudad más democrática que permita el ejercicio pleno de las libertades que las tecnologías potencialmente pueden ofrecernos, desde el compromiso con una cultura científico-tecnológica al servicio de las demandas y necesidades sociales y de un panorama socio-político en profundo cambio, desde el compromiso por una gestión pública que favorezca un modelo de ciudadanía abierta y crítica y desde el compromiso por ciudades que merezcan la pena ser vividas.

Hemos tratado de evitar, desde este compromiso, posturas de partida que impliquen una visión romantizada de la vida sin tecnología, por lo que esperamos que el lector no encuentre rastros de huida a un espacio ideal pre-tecnológico. Al contrario, el texto parte del reconocimiento de una realidad, por otro lado obvia, que da forma al día a día, y cualquier tentación tecnófoba haría de este texto un esfuerzo completamente ajeno a la realidad de nuestro tiempo.

La presencia de los recursos tecnológicos que maneja la ciudad inteligente es real, y negar su capacidad de aportar grandes adelantos sociales sería una postura ciega e inútil. No se trata, por tanto, de una lectura de la ciudad inteligente como si la ciudad fuera un hecho ajeno al propio proceso tecnológico, de modo que no se trata tampoco de una disputa entre supuestos valores tecnológicos y supuestos valores humanos, posición que a veces se puede tomar desde la crítica tecnológica más insatisfecha con los planteamientos de la smart city. Sin embargo, sí nos situamos en una perspectiva que trasciende el propio análisis tecnológico (no se trata de una revisión o evaluación de especificaciones, de funcionalidades, de implementaciones…), sino que sitúa su interés en la comprensión de la tecnología urbana como ensamblaje socio-técnico del que nos interesan sus consecuencias para el futuro urbano en sentido amplio y no sus innovaciones técnicas. Este libro no es, en definitiva, una valoración crítica de las tecnologías asociadas a la ciudad inteligente, sino un intento de construir una argumentación alternativa y crítica al despliegue del imaginario que hasta ahora se ha mostrado dominante.

Información general:

Descifrar las smart cities. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de smart cities?

Fecha de publicación: 1 de agosto de 2016

Tapa blanda; 19,90€; 260 páginas; ISBN 9788491126409

Libro electrónico; 3,99€; ISBN 9788491126393

http://descifrarlassmartcities.weebly.com/

Manu Fernández  es investigador y consultor en políticas urbanas, autor del blog Ciudades a Escala Humana, doctor por la UPV/EHU (2015) con la tesis «La smart city como imaginario socio-tecnológico» y Licenciado en Derecho Económico y Master en Gestión Medioambiental. Actualmente trabaja como profesional independiente desde su agencia Human Scale City.

Créditos de las imágenes: Imagen 01: Descifrar las smart cities (fuente: Manu Fernández) Imagen 02: Conceptos asociados a las smart cities (fuente: Tecnobitt)

Artículos relacionados

1 comentario

Unknown 21 septiembre, 2016 - 08:21

Muy buena reflexión y enfoque. En mi opinión lo de "smart" ha sido en el debate sobre la ciudad, la última "moda" que ha tomado el relevo a las anteriores coletillas cuales "participación", "sostenibilidad", etc. Al hablar de modas no pretendo despreciar los conceptos en si (todos nobles y parte de mi equipaje cultural y profesional), sino puntar el dedo hacia la sistemática mercantilización de los conceptos: rápidamente son utilizados para vender productos pre-confeccionados a menudo de dudosa eficacia.

Hablando de smart cities para mi la pregunta fundamental, sobre todo en ciertos contextos (de vendedores de motos), sigue siendo la siguiente: ¿se puede ser smart siendo pobres? Y eso porque sin lugar a duda tenemos mucho que aprender de ciudades como Copenaghen o Oslo, pero luego que le vamos a contar a las ciudades africanas o latinoamericanas, para que no se hundan aún más en su frustración, si es que no queremos ir a venderles una vez más espejitos y abalorios.

Deja un comentario